EL TESORO EXISTE, ¿OTRA VEZ?

En el verano de 1977, apenas
comenzando el mandato de Carter, la prensa norteamericana se hacía competencia
mencionando la pesca de la lobina boquigrande, para ellos black bass largemouth, justamente en un sitio cubano, la Laguna del
Tesoro. Es por cierto un misterio que no fuera este humedal, en el corazón de la
Ciénaga de Zapata, uno de los enclaves de pesca a los que la presencia de
Ernest Hemingway dio promoción. Una vez se refirió, un poco elusivamente, a la
pesca fluvial en el país que escogió para poner su casa, y fue para decir que
“usted podría hacer buena pesca de truchas en los alrededores de Matanzas,
donde existe un agradable y sencillo hotel” (1), y ni una palabra más.
Un periódico de Virginia, The
Free Lance-Star, puso en
circulación el 19 de agosto de aquel año un artículo cuyo título era ya toda
una declaración: “Treasure Lake - Bass Fishing Paradise”. Y como si le
pareciera poco, el primer párrafo ya se excede, incluso para el ego nacional de
los que pescamos de este lado: “Si usted se encuentra en la India, irá a ver el
Taj Mahal. En Egipto visitará las Grandes Pirámides. Un norteamericano pescador
de lobinas boquigrandes aterriza en Cuba con un único objetivo ― una
peregrinación (pilgrimage) a la
Laguna del Tesoro.” Pero esto no fue más que un pequeño detalle en la
excitación que había entre los pescadores.
Era como si ellos mismos, los
habitantes de América del Norte, no tuvieran en sus propias charcas y arroyos
la lobina, tan calmadamente bautizada como trucha,
una vez que los tanques de 55 galones que trajeron los primeros alevines fueron
descargados en el puerto de La Habana. La última semana de mayo de 1977 fue
como si alguien hubiera dado un pistoletazo de arrancada. Frank R. Vestal, un entusiasta de la lobina
de Little Rock, Arkansas, vice presidente ejecutivo de Telesport, Inc. y
productor de la serie de televisión “Bill Dance Outdoor”, estuvo entre los
primeros en retornar a la Laguna del Tesoro, “después de más de 18 años”. Pero,
por lo obvio, más sabía la longeva Field
& Stream.
Era la misma fecha de pesquería, y el artículo salió, coincidencia, en
el mismo mes que el que circuló en Virginia. Pero a Ken Shultz, editor de pesca
de la publicación, nadie fue a hacerle el cuento. Invitó como compañero de
pesca a un fabricante de señuelos de Florida, nombrado Wayne Dyer, que
casualmente había operado antes de 1959 un campamento de pesca en un cayo de la
laguna, y se fueron por cuatro días a experimentar
con los últimos adelantos de la caja de avíos para ver saltar las truchas y realizar
el enervante descubrimiento de los sábalos en los canales de la Ciénaga de
Zapata que desembocan al acuatorio. Tres palabras escribió Shultz: “The
treasure lives”, justo las que querían escuchar sus lectores (2).

Desde principios de los pasados años noventa el área de Zapata comenzó
a atraer intensamente el interés de los pescadores aficionados foráneos (3),
mientras los especialistas del área protegida integrante del proyecto de
rescate de la pesca en su principal cuerpo fluvial destacan por la calidad de
sus acciones a favor de la conservación y la educación ambiental. En tal
sentido, han desarrollado importantes áreas de pesca del macabí y otras
especies, cuya explotación hoy día interesa a importantes turoperadores,
mientras de 2006 a 2010 convocaron y ejecutaron el torneo nacional de pesca a
mosca Zapatafly, el principal certamen conservacionista protagonizado por
aficionados del país y primero en tal modalidad celebrado en la República de
Cuba.
NOTAS
1- Hemingway: “Cuban fishing”.
En Game fish of the world. New York,
Harper & Brothers Publishers, alrededor de 1949).
2- Shultz, Ken: “The treasure
lives”. Field & Stream, Iowa
(USA), Vol. 82, No. 4, pp. 114-122 - (124… 132).
3-
León Almeida, Ismael: “Zapatafly. Toda la historia (http://zapatafly.blogspot. com/2011/11/pasara-2011-sin-que-tengamos.html).